El hecho que aparezca en un análisis unos niveles de linfocitos altos con neutrófilos bajos nos debe dar una orientación diagnóstica hacia un proceso de naturaleza crónica, bacteriana o viral prolongada, donde encontramos la activación de las células inmunes de la estirpe linfoide, de forma predominante.
Debemos tener en cuenta que los neutrófilos se verán incrementados en la fase aguda. No obstante, posteriormente reducirán sus niveles una vez que la inmunidad específica tome el relevo.
Esto es una descripción general. Ante situaciones en las que se encuentren alteraciones con niveles de linfocitos altos y neutrófilos bajos, por encima y por debajo de sus rangos de normalidad respectivamente, ha de ser estudiado de forma particular, por personal cualificado.
Linfocitos altos y neutrófilos bajos en rangos de normalidad
Existen en la actualidad un interesante marcador inflamatorio de patología cardiovascular, asociado a la producción excesiva de citoquinas inflamatorias.
Por su sencillez, es de interés prestarle atención, aún siendo muy inespecífico, si tiene una asociación significativa con el desarrollo y progresión de la enfermedad cardiovascular, máxime al no requerir de ninguna prueba añadida a las que se obtienen de rutina para su valoración.
Este marcador se basa en la relación entre los linfocitos y los neutrófilos. En otras palabras, es el denominado índice neutrófilos/linfocitos. Este marcador se asocia a cociente albúmina/creatinina, urinario. En este contexto, lo ideal es encontrar niveles de linfocitos altos y neutrófilos bajos, ya que esta proporción nos dará bajos valores en el índice de neutrófilos/linfocitos, orientando a una disminución del riesgo cardiovascular asociado a este marcador.
El riesgo se clasificará en:
- Bajo riesgo con un cociente de neutrófilos/linfocitos < 1,5
- Riesgo intermedio cuando se alcance valores entre 1,5 y 3
- Alto riesgo cuando los valores superen los 3.
De esta forma tenemos un marcador de la inflamación silenciosa.
Terapia Marina y factores de riesgo cardiovascular
Desde René Quinton, hasta ahora, tanto de forma empírica como en labores de investigación, se han constatado como el agua de mar tiene efectos positivos sobre los factores de riesgo cardiovascular, entre los que encontramos:
- La diabetes
- El síndrome metabólico
- La obesidad
- La dislipemia
Otros efectos de interés es el encontrado en la capacidad cicatrizante del empleo de agua de mar y su efecto sobre el sistema inmune. En su conjunto, el empleo de la Terapia Marina actúa de forma global, sobre la función celular normalizando y equilibrándola.
Las complejas interacciones que se producen sobre múltiples moléculas y dianas, hacen que la determinación de las funciones exactas del agua de mar sobre los mecanismos moleculares del organismo no puedan ser claramente definidas.
Lo cierto es que, de forma intuitiva, René Quinton, partiendo de la proposición de sus constantes, determinaba que el agua de mar obtenida de los lugares considerados originarios de la vida, podían ser la fuente de un medio revitalizador. Este ofreciera a la célula, alejada de su medio originario, los elementos que la originaron y guiaron en sus primeros milenios de desarrollo.
René Quinton, por medio de la Terapia Marina, garantiza a la célula los minerales en las proporciones en las que los obtenían de su medio marino. Ya que el medio interno que baña las células orgánicas en muchas ocasiones puede verse restringido de estos elementos para los que no tenemos sensores de déficit, salvo por la aparición de enfermedades carenciales.
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