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Los monocito forman parte de los elementos formes de la sangre, su origen es la médula ósea (M.O.) y derivan de la línea mieloide de las stem cells de la M.O. Los monocitos sanguíneos forman la parte fundamental del sistema monocito-macrófago (conocido anteriormente como sistema reticuloendotelial), estas células se diferencian de los linfocitos ya desde su origen. Los monocitos derivan de un progenitor mieloide común, que se diferenciará en granulocitos, eritrocitos y megacariocitos, y los linfocitos de un progenitor común linfoide. Además, los elementos formes de la serie blanca o leucocitos, que deriven de la fracción mieloide o linfoide, también se diferencian por el tipo de inmunidad. Perteneciendo la inmunidad innata o inespecífica a los leucocitos que derivan de el progenitor mieloide y la inmunidad adquirida o específica o derivados de los progenitores linfoides.
¿Qué función tienen los monocitos?
Los mocitos forman parte del sistema inmune inespecífico, en particular del sistema mononuclear fagocítico, cuya función es la eliminación de desechos celulares (detritus), sistema de reconocimiento y defensa inespecífica, mecanismos de reparación e inflamación y un importante enlace con el sistema linfoide más específico. De forma que lo activan y potencian en su función defensiva y de reconocimiento. Los monocitos viajan por la sangre y se van recambiando con los monocitos especializados que se encuentran en los tejidos de forma fija, teniendo una elevada tasa de reciclado (vida media de 4 días
Los diferentes tipos de monocitos según los órganos
Los monocitos pasarán de la médula a la sangre, y de esta a los tejidos. En cada uno de los tejidos los conoceremos como macrófagos intersticiales, pero que tendrán un nombre particular en algunos órganos concretos como las células de Kupffer en el hígado, microglía en cerebro, macrófagos alveolares en pulmones, osteoclastos en el hueso, histiocitos en piel y tejido conectivo… Son fundamentales, además, en procesos que no tiene que ver con situaciones infecciosas, por ejemplo, en el control del útero tras el parto, en la reabsorción de tejidos dañados, el control de la apoptosis. También son grande almacenes de hierro, por ejemplo, en el bazo donde se produce el reciclado de los eritrocitos y posterior cesión del hierro a la transferrina o ferritina sanguínea.
Monocitos: valores en sangre
Los niveles o valores en sangre de monocitos comprenden entre el 4-8% de los leucocitos totales, siendo numéricamente entre 150-800/microlitro, sus niveles pueden varias según la edad. Además, sus niveles en sangre se ven influidos ante procesos infecciosos e inflamatorios, pero son poco específicos. Podemos encontrarnos con valores de monocitos elevados en aquellas enfermedades en las que la vía de infección es el sistema fagocítico mononuclear, por el tropismo de ciertas bacterias (shigelosis), virus (mononucleosis infecciosa) y parásitos (Leishmaniosis), también podemos encontrar patologías endocrinas (Basedow) y metabólicas (gota), la leucemia monocítica, en las que los niveles de monocitos pueden aparecer elevados.
Estimulando a nuestros monocitos
Hay evidencias, en particular de la primera mitad del siglo pasado, en las que se demostraba como diferentes sales inorgánicas eran capaces de activar a los macrófagos, bautizándose al término citofilaxia. Debido a la era antibiótica, estos elementos que formaban parte del estímulo inmune del individuo para luchar contra la enfermedad, fueron desapareciendo por la llegada de los antibióticos. En la actualidad, se está enfatizando de nuevo en el estímulo de la inmunidad para poder enfrentarnos a los agentes patógenos que, en algunas ocasiones, le plantan dura batalla a los antibióticos. De nuevo el estilo de vida está jugando un papel crítico, el ejercicio, una buena alimentación en la que se aporte los nutrientes esenciales para una correcta función inmune, empiezan a calar en la sociedad médica como herramienta en la prevención de los procesos infecciosos. La anticipación a la enfermedad y su prevención son el reto actual de las sociedades más desarrolladas, ya que de esta forma se puede reducir de forma significativa el gasto sanitario. En todo esto los micronutrientes tienen un papel capital, tanto las vitaminas (más estudiadas) como los minerales, en particular, los elementos traza, siendo esenciales para la función inmune.
La Terapia Marina como micronutriente
Los estudios preliminares del Dr. Sempere, junto con el sin número de experiencias recopiladas por René Quinton y otros médicos de la época, se infiere el importante papel que tienen estos microelementos en la función, no solo del sistema inmune sino también del equilibrio orgánico. En concreto, el aporte de la Terapia Marina al tratamiento con microelementos difiere del resto, por ser un medio en el que nos hemos desarrollado en los inicios de la vida, del que hemos generado una dependencia tanto; en elementos con actividad electroquímica como en sus proporciones. Tal es la ligazón, que mantenemos de forma muy estrecha las concentraciones iónicas para la correcta homeostasis orgánica. Siendo la Terapia Marina un complemento ideal que garantiza el aporte de oligoelementos y elementos traza, para las funciones celulares.
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