Terapias del mar

Los años nos congelan por dentro: artralgia de manos

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Los años son el heraldo de la realidad en la que nos desenvolvemos, la causa del futuro y el cambio. Pero también, el tiempo es el resultado de la realidad, de las reacciones que interactúan, del uso de nuestros conocimientos y desconocimientos.

El tiempo nos congela, las leyes de la termodinámica se perpetúan, la vida como accidente fortuito tiende a su extinción, se apaga de forma inexorable con el paso de los años.

“Las manos nos duelen, se endurecen, la tensión muestra la pérdida de la energía interna y cuando llegamos a consulta, nos dicen que padecemos de una artralgia de manos. Pero no solo sentimos esa sensación, el estado es general, aunque se centre en las manos por su uso y por ser más conscientes de ellas.”

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La artralgia de manos como signo de depleción energética

Los casos de patología de este tipo que no están asociados a una patología de base, que suelen ser más del 80%, son un claro manifiesto de cómo las alteraciones energéticas producen desequilibrios como la artralgia de manos.

Un claro ejemplo, es el que se da en las personas que trabajan en cámaras de frío, con el manejo de productos dando uso adicional a las manos en la manipulación de estos.

La etiopatogenia está basada en el manejo de las manos en ambientes a baja temperatura, estas producen un déficit vascular y por lo tanto de la temperatura media. Debemos tener en cuenta que, para la correcta función orgánica, es fundamental mantener la temperatura del organismo, atendiendo a la ley de constancia térmica postulada por René Quinton, entre otras. Alteraciones de estas leyes conducen, por sí mismas, a alteraciones de las funciones orgánicas.

La ley de la constancia térmica como manifestación de la energía defensiva

Referimos aquí datos de la cronología quintoniana.

“Pasteur inocula ántrax a pollitos (normalmente refractarios al ántrax) con o sin sus patas sumergidas en agua fría (que les hace descender su temperatura corporal de 42 a 37ºC): sólo los pollitos enfriados enferman y mueren; pero si antes de morir se les abriga y colocan en una cámara calentada, se recuperan y el Bacillus anthracis desaparece de su sangre. Sólo con este experimento Pasteur debía haber deducido que el agente microbiano no es suficiente en la patogenia y/o terapia de una enfermedad y que el terreno y las «condiciones del medio interno» (entre ellas la temperatura suficiente) y el «terreno» son aspectos mucho más importantes, y el factor decisivo.”

“Más adelante, Jolyet demostró que el conejo (naturalmente vulnerable al ántrax) vence fácilmente la infección por ántrax inoculado cuando se eleva su temperatura de 39ºC a 42-43ºC.”

“Tras la II Guerra Mundial, los profesores alemanes Henri Lampert y Goetze observan los comportamientos de los cánceres superficiales cuando a los pacientes se les somete a baños progresivos de temperatura creciente y larga duración: «la célula maligna comienza a debilitarse cuando la temperatura del cuerpo se eleva artificialmente a 39ºC y a 42ºC muere. En cambio, la célula sana soporta fácilmente una temperatura interna de 43ºC y sólo corre peligro cerca de 45ºC».”

Estos estudios, aunque llevados a cabo en el siglo XIX, son un claro ejemplo de cómo la ley de la constancia térmica afecta al desarrollo de los procesos de la vida, al punto que en la actualidad, se están empleando técnicas de hipertermia como terapia complementaria en los procesos tumorales.

Las constantes como base de la vida

Las leyes de la constancia de René Quinton auguran un futuro fallido para quienes no plantean el hecho de estar sometidos al orden tácito que vive en constante desequilibrio con la naturaleza del cambio y adaptación, este exquisito balanceo pulsátil, representa el pulso no solo de la vida sino posiblemente de la naturaleza del universo.

Son tales las necesidades de las constantes que, los bioelementos que nos compones son mayoritariamente de poca masa, por la estabilidad requerida en la formación de la materia. Pero paralelamente son tan fundamentales las capacidades de cambio que se ve contiene en su última capa, la denominada capa de valencia, en la cual esta inestabilidad relativa, favorecen la formación de enlaces para la complejización de la materia, cosa que no sucedería si estuviera completa; ejemplo dado por los gases nobles, que no se mezclan.

Por esto las leyes de la constancia General; ley de la constancia térmica, de la constancia marina, de la constancia lumínica y ley de la constancia osmótica, son el resultado de los diferentes experimentos llevados a cabo por René Quinton dando bases que refuerzan sus pensamientos y como corolario la aplicación de la Terapia Marina, que viene a demostrar por medio de la práctica clínica sus proposiciones teóricas de preservar ciertas constantes. Pero también entender que la naturaleza para poder evolucionar exige salir del área de confort.

Venciendo a la artralgia de manos

¿Entonces? ¿Cómo lucho contra lo que a mí me preocupa, la artralgia de manos?

Sencillo de decir, pero complejo de conseguir. Si somos capaces de descubrir nuestros ritmos y cubrir nuestras necesidades reales, atendiendo a las leyes de la constancia. Volviendo a la consciencia de la célula, observando a esta como nuestra identidad particular y que su necesidad es nuestra necesidad. Podemos redescubrir que nuestras decisiones son el resultado del consenso de nuestras células y por lo tanto atienden a su cuidado y no al de un yo que se proyecta como una entidad indivisible real, pues somos más bien un organismo biológico compuesto, que actúa como resultado de un conjunto de gradiente celulares con el fin de la perpetuación.

Este último párrafo parece la reclamación de un pueblo a sus mandatarios, exigiendo ser escuchado. Pues escuchémonos, ya que “si vivimos en un mundo de fractales, comprendernos a nosotros mismos es comprender al universo.”

Dale a la célula su equilibrio hidromineral, dale a la célula el calor que necesita a través de la sangre, dale a la célula el espectro electromagnético que regula sus ritmos y esta alcanzará el equilibrio y podrá oponerse a la enfermedad.

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