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La inmunogenicidad como respuesta ¡Te pillé!
La mayoría de las sustancias inmunogénicas son de naturaleza proteica, aunque no es exclusivo de ellas. Pero ¿Cuándo algo es inmunogénico? Es sencillo, cuando una molécula produce una respuesta inmune específica.
Dentro de los mecanismos de inmunogenicidad existen un par de términos con los que debemos familiarizarnos, estos son; El antígeno, que es la fracción peptídica (principalmente) que va dar lugar a la comunicación y activar las respuestas tras el reconocimiento del huésped, que ha de tener un tamaño mínimo.
Por otro lado, tenemos el hapteno, denominándose así, a moléculas de pequeño tamaño que por sí solas son incapaces de producir una respuesta inmune, pero unidas a otros péptidos o proteínas desencadenan la respuesta inmune, estas moléculas que se unen a los haptenos se denominan Carrier.
En busca de los elementos con conducta hostil: el inmunogénico
El sistema inmune ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, dando lugar a una serie de mecanismos de reconocimiento, neutralización y destrucción de los patógenos, con el fin de mantener la integridad de los sistemas de un organismo.
Desde la perspectiva Darwinista y aceptada en estos momentos, muchos de los mecanismos de selección natural, son consecuencia accidental que han mejorado a unos individuos respecto a otros, perpetuando estas líneas evolutivas.
Una cosa es cierta, los organismos más complejos tienen mecanismos de defensa también más complejos. Aunque existen estudios en los que se ha demostrado la posible función de sistemas de defensa adaptativa en no vertebrados, esta capacidad defensiva, podríamos decir, es feudo de los vertebrados.
El universo antigénico que puede reconocer el sistema inmune adaptativo es casi ilimitado, los mecanismos que emplean hacen posible esta gran variabilidad, para detectar el agente inmunogénico por su potencial carácter patológico.
El sistema inmune reacciona por medio de la biofase entrando en contacto y comunicación por medio de las dianas y los sustratos, de esta forma dará lugar la respuesta inmune en el caso de que el sistema defensivo se active.
Las constantes: una necesidad que vehiculiza la vida
El desarrollo de la vida en un medio acuoso con capacidad conductiva y por tanto, favorecedora de reacciones químicas y formación de moléculas, dio origen a la vida, pero la vida divergió y en el proceso de desarrollo esta empezó a competir consigo misma, los elementos vertidos en el medio interactuaban entre sí, seleccionándose las células que sobrevivían como no puede ser de otro modo. Con el paso de los milenios la complejización celular le daba la capacidad de reconocer elementos dañinos de los no dañinos.
Estos primeros esbozos de los mecanismos defensivos se dieron en un medio acuoso, el medio marino, como he dicho la vida requiere de constantes, de regularidades garantes de elementos básicos, y el agua de mar y los productos que contiene actuaban de solución y fuentes de sustrato para la correcta función de la célula.
La Terapia Marina en la actividad inmunogénica
Atendiendo a lo anterior, podemos presuponer que en el medio acuoso en el que se formó la vida existen elementos fundamentales, en una proporción, determinante del equilibrio de la vida, este supuesto ha llevado al estudio del empleo del agua de mar para ver los efectos sobre la inmunidad.
Un ejemplo de esos estudios es el hallazgo de un efecto protector sobre los hematíes, en comparación con el suero salino utilizado como solución estándar; o bien un aumento de liberación de citocinas por parte de los linfocitos T.
Según el doctor JM Sempere, director del Departamento de Biotecnología de la Universidad de Alicante, también podemos nombrar la actividad sobre las células Treg. en cultivo, indicando una capacidad de modulación inmunitaria, al poder actuar sobre una de las principales dianas inmunorreguladoras, como son las células Treg. Por otro lado, estos estudios coinciden con los obtenidos en estudios previos, que analizaron el efecto de la Terapia Marina, tanto in vitro como in vivo, sobre la actividad de diversas poblaciones leuocitarias y, en conjunto, sugiere un posible efecto inmunomodulador de la solución.
Más allá de la particularidad de lo inmunogénico
Existen muchos otros estudios que demuestran la capacidad inmunomoduladora o inmunoinductora de la respuesta defensiva del huésped, en muchos casos difícilmente determinable los elementos del agua de mar que dan lugar a dicha activación, pero según las leyes de la constancia de René Quinton, podemos aseverar que el contenido de elementos de un medio que persiste en el tiempo condiciona a los integrantes que en dicho ecosistema se relacionan, por los mecanismos de selección natural aceptados. Indicando que el medio empleado es posible produzca, un sinnúmero de elementos, que a lo largo del tiempo han formado parte de los sistemas vivos que en él convivían. Esto puntualiza la importancia de la selección del agua de mar de los vórtices marinos y una esterilización por microfiltrado en frío para de esta forma la Terapia Marina no pierda sus características en cuanto a la composición orgánica.
Esto sugiere que la Terapia Marina, aun teniendo elementos concretos que favorecen la activación inmune es un medio, en sí mismo, útil para el equilibrio de los organismos vivos por haber estado estos tanto tiempo en contacto y haber servido de base, el agua de mar, en su génesis, pudiendo orientar al empleo de la Terapia Marina como un buen complemento para el cuidado del Terreno Biológico.
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